¿Pogacar al Giro? “Me dejaré llevar por la corriente” | Ciclismo | Deportes

Tadej Pogacar es una contradicción con piernas. Como todo el mundo, claro. Combina un ombligo muy suyo, un desdén indiferente y una sonrisa ingenua, todo a la vez, en su cara aún de niño a los 25 años ya cumplidos, con una actitud relajada ante los vaivenes de la vida o las grandes decisiones que conformarán su carrera. Actitudes que casan mal. No es el ego desbocado que se le exige a un gran campeón acostumbrado a que el mundo gire a su alrededor. Es más Anquetil que Merckx. Un día balbucea y huye de una respuesta clara y al día siguiente suelta la lengua sin cortarse, con ironía que alguien puede interpretar como sarcasmo, al tiempo que muestra supina indiferencia por lo que piense el mundo o por la vida interior dentro de su equipo. Búsqueda despreocupada de la intrascendencia. Una cosa rarísima.

No se muestra muy feliz cuando le dicen que Juan Ayuso, la figura española de su UAE, quiere hacer el Tour y que cree que es bueno para su equipo que no solo haya un líder, por si acaso. “Sí, sí, Juan está creciendo como ciclista y como persona, también. Su nivel es súper”, dice Pogacar. “Pero será la dirección del equipo la que decida por él lo que vaya a hacer. Todo el mundo pide deseos, pero no se hacen realidad tan fácilmente”. Y sin cambiar apenas de tono pasa de la dureza en el juicio a la ternura cuando se le pregunta por Mathieu van der Poel, el nieto de Poulidor, el campeón del mundo, el mejor clasicómano del momento, a quien derrotó en la que considera su mejor carrera del año, la mejor victoria de 2023, el Tour de Flandes “Es un chaval muy majo. Me considero su amigo y su rival, pero no tanto un rival directo, como lo es Wout van Aert para él, sino solo en unas cuantas carreras al año”, dice Pogacar, tan amable. “Es uno de los mejores ciclistas del mundo. Es campeón mundial. Sería mi ídolo si yo ahora fuera un niño. ¿Un objetivo para 2024? Pasármelo bien y quitarle el maillot arcoíris a Van der Poel…”

Y también se ríe cuando comenta el regreso de Nairo Quintana al WorldTour tras un año purgando una pena injusta. “Mi primera victoria en el WorldTour, una etapa en Andorra con granizo y frío en la Vuelta de 2019, la peleé con Nairo, pero yo siempre la recuerdo porque fue cuando el Movistar frenó a Marc Soler, mi compañero de equipo ahora, cuando iba escapado. Y siempre que veo a Marc le digo, ‘gané esa etapa gracias a ti’, jeje”.

Será su carácter, será, o será el clima de Singapur y su paisaje, quizás, o el ambiente light que rodea al critérium festivo.

El mundo, a todo esto, da por seguro que el esloveno debutará en 2024 en el Giro de Italia, que termina el 26 de mayo, 34 días antes del comienzo del Tour en Florencia (29 de junio), cinco semanas que podrían ser suficientes para recuperarse de una victoria e intentar otra y convertirse el primero que gana Giro-Tour el mismo año desde que lo hiciera Marco Pantani hace 25. “Mi corazón me dice que lo haga todo, pero no puede ser. Ya veremos” responde a la pregunta, lo que no es un sí pero tampoco un no, y que en Milán, en la casa madre del Giro, interpretan como un “probablemente sí”, pues no en vano, aseguran en voz baja, las negociaciones económicas entre RCS, el organizador de la carrera de la Gazzetta, y el UAE, su equipo, están más que avanzadas, y no menos en vano, el Giro ha hecho un esfuerzo de moderación en su recorrido para 2024, de aumento hasta 70 los kilómetros contrarreloj y de desbroce de etapas terroríficas para atraer sin asustar a los campeones que luego irán al Tour.

Al día siguiente, habla más claro. Con una lucidez luminosa del papel del deportista en la sociedad, en la organización del negocio, se lava las manos. Hará lo que digan los jefes. Someterá sus ambiciones a las necesidades del equipo. “Me dejo llevar por la corriente. Si hiciera yo mi calendario me apuntaría a todas las carreras, y no ganaría tanto. Me gusta competir. Amo el Tour. Me gustaría hacer el Giro y la Vuelta. Correr las tres grandes es algo especial, correr una vez esta, otra vez aquella… es lo mejor, creo. Tengo deseos que quiero que se hagan realidad”, dice. “Pero es el equipo el que toma la decisión final. Tiene que ser así. Los jefes. El equipo es suyo. También son los que tienen cabeza para hacer un buen programa, no yo. Nosotros solo somos corredores. Estamos aquí para dar pedales, para ganar carreras. Los directores deportivos necesitan hacer un plan para 30 corredores. Si lo hiciera yo, solo pensaría en mí, y me olvidaría de los demás”.

Aunque en 2023 ganó la Clásica de los Olivos en Jaén y la Strade Bianche, dos clásicas con gravel por medio, no le hace mucha gracia que el Tour haya puesto una etapa así, la novena. “Vamos a tener que hacer una carrera defensiva, no es como una prueba de un día, tenemos que pensar en el día siguiente. No podemos atacar”, dice. “Y no, no creo que vuelva a Jaén…”

Puedes seguir a EL PAÍS Deportes en Facebook y X, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.