La rabia de Gündogan | Fútbol | Deportes

“No vine aquí para perder este tipo de partidos”. Aunque procuró medir sus palabras, en un intento de “ser honesto, pero sin pasarme porque no quiero decir algo que no debería”, Gündogan expresó ante las televisiones internacionales con derechos de transmisión la frustración que sentía por la caída del Barça frente al Madrid en el primer clásico disputado en Montjuïc. El internacional alemán fue el capitán que levantó la última Champions y también el jugador que a sus 33 años declinó renovar por el Manchester City para fichar por el Barcelona.

No hay derrota más indigesta que la del clásico, sobre todo porque acostumbra a dejar al perdedor tirado en el diván, más ocupado en la solución que en el diagnóstico, turbado por un gol llegado en el tiempo añadido después de empezar el partido con el marcador a favor desde el minuto 6, gol marcado precisamente por Gündogan. El centrocampista de origen turco optó por mostrar su “enfado y decepción” en una arenga que incide en el juego, en el carácter y en la experiencia, e invita a rebelarse antes que quejarse por el 1-2.

Ni victimismo ni comprensión. “Vengo del vestuario y obviamente la gente está decepcionada, pero después de un partido tan importante y un resultado innecesario, me gustaría ver más enfado y decepción”, prosiguió Gündogan; “esto es parte del problema. Tienen que aflorar más emociones cuando pierdes y cuando sabes que puedes jugar mejor. Cuando no reaccionas, esto luego se traslada al campo”. “Tenemos que dar un paso muy grande en este aspecto porque si no el Madrid o incluso el Girona se van a escapar”. Ambos suman cuatro puntos más que el Barcelona.

Gündogan no eludió su responsabilidad, y menos “como jugador veterano para no permitir que en el equipo pasen estas cosas”, pero incidió en la necesidad de “aguantar más, de resistir, para hacerlo mejor en ciertas situaciones y reaccionar. Hay que dar un gran paso y aprender”, acabó el futbolista en un discurso en la línea que ya había mostrado con menos elocuencia Gavi. La cara del interior andaluz era un poema al finalizar el partido y sus palabras denotaron, al igual que las de Gündogan, su vena competitiva y su disgusto por los dos goles de Bellingham.

“A partir de la jugada del 1-1 nos hemos venido abajo. No podemos estar tan empanados”, precisó en referencia a la manera cómo defendieron la jugada en la que el volante inglés remató a la red después de un rechazo de cabeza del propio Gavi. “No sirve de nada que juguemos bien si no ganamos”. La denuncia del jugador azulgrana, que tuvo una actuación incluso mejor que la de Gündogan, incidía en la necesidad de que la plantilla toque a rebato y evite las lamentaciones por el cruel final del clásico de Montjuïc.

La autocrítica de ambos jugadores contrastó con la rueda de prensa de Xavi. “Hemos merecido la victoria, pero nos ha faltado efectividad. Ya se sabe que cuando perdonas al Madrid, te acaba matando”, argumentó el técnico en su intento por disculpar y hasta elogiar a sus futbolistas. “Yo creo que hemos dado un paso adelante en el juego”, apostilló el entrenador del Barça. No acertaron los azulgrana cuando dispusieron de claras ocasiones, sobre todo en los remates al palo de Fermín e Iñigo Martínez, y por contra el Madrid aprovechó los errores rivales en los goles de Bellingham.

La desatención fue todavía más clamorosa en el 1-2 que en el 1-1 porque Lamine Yamal y Balde no acudieron a tapar la entrada de Carvajal. Tampoco estuvo muy acertado Ter Stegen en el tanto del empate. “Ellos no necesitan mucho para marcar. No supimos mantener el resultado a nuestro favor”, respondió el portero del Barça. Los azulgrana recularon, defendieron más atrás, después de una hora de partido a causa de un desgaste físico enorme, simbolizado en la sustitución de Fermín. La falta de fondo y de acierto para cerrar los partidos han sido evidentes en el Barcelona.

Siete victorias mínimas

Hasta siete de sus 10 victorias han sido por la mínima y ha cedido tres empates en cancha contraria —Getafe, Mallorca y Granada. Hubo un momento, sin embargo, en que encadenó dos goleadas ante el Betis y el Amberes, y el equipo mereció los elogios de Xavi. “Es el mejor Barça desde que llegué”, proclamó el técnico después del 5-0 contra el campeón de Bélgica. Las lesiones y la fatiga que han provocado en varios jugadores que no han tenido descanso, han mermado a un equipo que cedió su primera derrota el sábado ante el Madrid. Las bajas de Pedri y de De Jong han afectado decisivamente a la mecánica de juego de la misma manera que las de Lewandowski y Raphinha disminuyeron el volumen de juego ofensivo —la de Koundé resultó menos trascendente porque el equipo dispone de más recursos defensivos con la llegada de Iñigo Martínez.

Ha habido más cansancio y menos recursos a causa de una plantilla corta y el equipo también tuvo que retocar su juego sobre la marcha: le cuesta descansar con la pelota —ha perdido velocidad y precisión con el cuero— y se ve forzado a correr sin que haya recuperado tampoco la presión.

El nudo del conflicto ha estado a menudo en la sala de máquinas y especialmente en la posición de mediocentro desde la partida de Busquets. Justo cuando la pareja Romeu-De Jong funcionaba, se lesionó el holandés y quedó desamparado el volante procedente del Girona. Xavi recurrió a Gündogan ante el Madrid y el Barça carburó hasta que se le acabó la gasolina [la entrada de Romeu no solucionó precisamente el agotamiento general]. También ha sido discontinuo el control de juego y de gobierno del partido incluso ante rivales como el Shakhtar.

Los barcelonistas, sin embargo, se han batido con entereza hasta caer ante el Madrid. La aportación de la cantera ha sido decisiva para evitar que el equipo perdiera más terreno del concedido en la Liga y para ocupar una situación muy ventajosa de cara a la clasificación para los octavos de la Champions. La derrota en el clásico suena por tanto a toque de alerta para evitar más concesiones, como han dicho Gündogan y Gavi, dos jugadores de jerarquía que parecen dispuestos a asumir el liderazgo en la cancha y en el vestuario de Montjuïc.

El mensaje de Gündogan no molestó al cuerpo técnico; se consideró consecuente con su condición de ganador. La cuestión está ahora en que sea asumido de forma colectiva para que el equipo tenga la rabia y el oficio necesarios para defender el título de Liga ganado, precisamente ante el Madrid.

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